sábado, 4 de abril de 2015

Él me enseñó.

Él me enseñó a amar muchas cosas. Me enseñó a amar las rimas improvisadas. El ritmo lento, y el rápido. Los sentimientos en un papel. El Silencio. El vacío. Que a veces una palabra dice mucho más que un libro. Me enseñó que si quieres cambiar, tienes que hacerlo por ti mismo y por nadie más. Que una persona es mucho más de lo que esperas de ella, mucho más de lo que crees conocer. Que las apariencias engañan, y los rumores lo rematan. Que una sonrisa y un abrazo a veces puede acabar hasta con el mayor de tus problemas y  con una mirada te pueden entender mejor que con explicaciones. Que a veces un desconocido puede pasar a ser un apoyo fundamental en tu vida en cuestión  de días, mientras amigos de toda la vida es como si nunca hubieran existido. Que nada va a salir como te esperabas. Que las cosas hay que decirlas cuando las sientes. Que no hay que callarse nada si quieres estar bien. Que cuando conoces a alguien lo suficiente, sabes hasta cuando sus holas son diferentes. Que es inútil ocultar que te pasa algo para no discutir, ya que a veces hacen falta discusiones para que todo vaya bien. Que no hay que tener tanto miedo de las cosas nuevas. Que todas las personas son diferentes y cada una te va a hacer sentir de diferente forma, nunca se van a repetir tus sentimientos. Que tienes que amarte a ti misma tal y como eres, y que te la sude lo que piensen los demás de ti. Que el significado de perfecto es bastante abstracto. Que hay muchas cosas que no tienen sentido. Que tú tienes el poder de crear tu propio destino. Que hay que valorar lo que se tiene antes de perderlo. Que hay que aprovechar el tiempo que tenemos y no dejar pasar las oportunidades. Que si quieres a alguien, lo sabes. Que si ya no es lo mismo, es estúpido forzarlo. Que si ya no te interesa lo que le pase a la otra persona, ya no sois nada. Que al final, todo pasa por algo.