jueves, 18 de agosto de 2016

Algo agresivo y cálido nace en mí.

Unos dedos como plumas recorriendo su mandíbula, despacio, con el frío chocando en su calor.
Unos labios besando sus lunares, caminando por su espalda, dando saltos húmedos a través de todo su cuerpo.
Una mirada oscura, intensa, que asusta y atraviesa antes de desaparecer bajo un mar de pestañas.
Algo agresivo y cálido nace en mí.
Dame una sonrisa de esas que queman por dentro.
Quiero hielo en mi cabeza
y fuego en el pecho.
Necesito tu olor aquí,
es enfermiza esta adicción.
Quiero más besos como esos,
más lentos,
más silenciosos,
más cerca.
Morder tu carne, 
arrancarte un suspiro.
Ansiedad
porque el tiempo pase demasiado rápido,
porque nunca sea suficiente.
Siempre quiero más.
Esta angustia de acercarme,
de mis pulsaciones contenidas,
de mi piel vibrando.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Necesito desahogarme.

Necesito desahogarme. 


Le quiero, o eso creo.
No lo sé, no sé nada, nunca lo supe, llevo mucho tiempo perdida en lo que a sentimientos se refiere.
Cuando la veo a ella se me sube todo. Puedo contenerme tardes enteras, pasear con ella y rozar su mano, agarrarle el dedo meñique, juguetear con su pulgar. Puedo abrazarla después de una broma (solo la pico para poder abrazarla después), pero siempre me contengo. Siempre guardándome todo durante horas. Y antes de irme, un abrazo, le doy un beso en el cuello, inspiro fuerte su olor y me separo. Me mira, me acerca. Y la beso. Un segundo, sus labios se juntan con los míos. Cierro los ojos, se para el tiempo, desconecto. Y luego vuelvo de golpe al mundo real cuando se separa. Solo un segundo cada vez que nos vemos. Uno solo y me deja en una nube por horas. Me voy andando, casi tropezándome, casi dormida, casi separada de mi cuerpo. Va mi corazón por delante de mi cabeza. Pero estoy lejos y todo se cae con el paso de las horas. Vuelvo a mi estado normal y me acostumbro a su ausencia, a estar sin ella. Lo odio. Esa normalidad, esa falta de emoción.


Y ahí está él. Que le veo y me pone de los nervios. Me besa y se despierta hasta el ultimo poro de mi piel. Me encanta morderle el cuello, me encanta acariciarle el pecho, me encanta jugar con sus labios, me encanta esquivarle y que me agarre para acercarme. Me encanta que se enfade. Me encanta su espalda, su barbilla, sus manos. Me gusta estar abrazada a él, pegada a su corazón, escuchando sus latidos. Me relaja, me tranquiliza, me siento a gusto. Y sus caricias, que me excitan, que me enamoran, que me duermen y me hacen reír. Es tan terriblemente sexy su seriedad. Sus movimientos son tan armoniosos que hasta el verle caminar parece música. Sus tonterías me alegran las tardes. Le llamo imbécil por no decirle que le quiero, porque podría decírselo todo el tiempo. 
Pero duele tanto no tenerle. Duele infinitamente. Hacía mucho que algo no dolía tanto. Me duele que él no me vea como yo le veo a él, que no esté tan terriblemente enamorado como yo lo estoy de él.


La ausencia de ella duele tanto como la falta de él. Duelen, pero es probable que nadie lo entienda. Escalofríos con una guitarra en mis auriculares y un teclado en mis manos. Escalofríos tumbada en mi cama pensando en ellos. En esos pequeños sentimientos que llevo dentro y que me destrozan por no ser capaz de controlarlos.

Esta tristeza.

Estoy tan triste... No sé si es decepción o dolor. En el momento me dolieron tanto sus palabras que no sabía ni como contestarle. Me afectó. Tuve que soltar cualquier tontería sin pensar para que no se notara que me sentía como si me hubiera golpeado el estómago. 
No puedo entender como esas caricias no significaban nada para él, como es que no sentía nada especial al rozar mi piel, sólo una chica más. 
¿Cómo él puede sentir tan poco sintiendo yo tanto? 
Al principio era curiosidad, luego fue deseo, ahora es... Inexplicable. No sé qué me está pasando. Me duele el pensar que puede ser besado por otra, me duele el pensar que lo nuestro es una mera diversión. Y todo porque yo lo quise así. 
No tengo claro lo que quiero, pero me ha dolido tanto lo de esta noche... ¿Que él no quería nada conmigo cuando ella le pregunto? ¿Y por qué nos besamos aquel viernes? La excusa del alcohol no me sirve. Al día siguiente estábamos igual que aquella noche, y ya no había substancias a las que culpar en nuestro cuerpo.
Sus besos son encantadores, me hacen moverme como una serpiente a su alrededor. Juego con sus labios, con su cuello, con su mirada, con sus dedos. Dios, me tiene tan enganchada a su piel que no sé qué voy a hacer cuando empiece el curso y casi ni le vea. Sinceramente, me siento estúpida. Le estoy dando la oportunidad de joderme por dentro.
Lo peor es que no puedo controlarlo. Tanto tiempo evitando una relación seria y queriendo sólo diversión para que al final llegue él y me cambie los tornillos de sitio.