lunes, 18 de septiembre de 2017

Odio.

Este sentimiento.
Ridículo y ruidoso.
Quiero empujarlo por el precipicio de mi ventana,
que se desmiembre con el hielo de tu mirada
y que caiga como rocío al despertar.

Quiero destruir cualquier retazo de esperanza,
arrancarme el pintalabios a golpes,
desgarrarme los labios y sangrar.
Pintar de rojo las paredes de mi interior,
de rojo pasión,
de rojo dolor.

Quiero dejar de tapar mi dolor con maquillaje,
dejar de pintarme una bonita sonrisa cada mañana,
dejar de mirar con ternura las cosas bellas.
Porque ojalá yo fuera bella por dentro,
justo como tú querías:
normal.
Pero no lo soy.

Quiero que no te olvides de mí,
que te duela tu desprecio
como a mi me dolió la decepción.
Confié en ti.

Quiero que llores.
Que llores y no seas capaz de calmarte con nada,
que cada noche sea una pesadilla de arañazos, un retrato de tu mentira,
de tus falsas promesas,
de tu infantil sentido de la propiedad.

Deseo que una mujer llegue a tu vida
y te destroce la libertad
te quite las ganas de sonreír,
te pida que cambies para poder quererte,
te abra en dos,
y se vaya cuando tenga lo que quería:
tu esencia.

Porque todos nos llevamos una parte de esencia cuando amamos, cuando besamos, cuando nos desnudamos, por fuera y por dentro.

Deseo que tu esencia,
la poca que tienes,
se vaya con alguien más,
alguien que te engañe,
que te mienta y te prometa estupideces,
que te de tu puto para siempre,
por que para siempre solo existe una cosa:
el recuerdo.
Y créeme, de mi te vas a acordar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario