lunes, 6 de noviembre de 2017

Me hacía falta.

Me hacía falta aceptarme así, queriendo como quiero, llorando como lloro, gritando como grito.
Me hacían falta momentos bonitos, me estaba ahogando en mí misma.
Me hacía falta escuchar algún te quiero, algún "vales la pena", aunque yo no los conteste.
Me hacía falta un abrazo, sucumbir al espacio entre tus clavículas.
Me hacía falta el tacto del jabón entre tus manos, oler a tranquilidad y cariño.
Me hacía falta pensar, tumbarme en la cama semidesnuda y mirar al techo.
Me hacía falta acurrucarme entre las mantas, con un café caliente para tapar las ojeras.
Me hacía falta retrasarme, entender por qué no llegamos puntuales a nuestra promesa.
Me hacía falta salir al balcón, sentarme en el bordillo y jugarme la vida en versos.
Me hacía falta ceder al dolor, llorar a oscuras en la bañera.
Me hacía falta respirar profundo, gritar tu nombre ante una ciudad durmiente.
Me hacía falta enfadarme, romper mis hojas y tirar tus palabras al suelo.
Me hacía falta escuchar, inmersión en tu ritmo interno.
Me hacía falta tener miedo, notar tu presencia entre las páginas de mis historias.
Me hacía falta escribir, pero parece que no está sirviendo de mucho.

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