lunes, 2 de abril de 2018

La verdad.

La verdad es que aún no se me ha ido la marca que me dejaste cerca de la clavícula (esa que ya no me tapo), ni tampoco se ha ido tu olor de mis sábanas (esas que aún no he cambiado para poder refugiarme en ellas cuando te extraño). Tampoco puedo decir que lo haya guardado todo, tu caja encima de mi armario se resbala poco a poco, y todas las noches antes de dormir, la vuelvo a colocar para que no se caiga. Sigo esperando tus buenos días cada mañana al coger el móvil y bostezar, y sigo ansiando un "boas noites" de despedida. Quizás no se me vaya nunca este mal vicio de esperar oír tu voz por la calle. Y si abro los ojos en mi cama, nos puedo ver bailando en mi habitación o acurrucados en la mecedora, escuchando nuestras canciones, apropiadas por tu recuerdo. Me paso el día ansiosa por hablar contigo (porque antes se nos hacían eternas las horas sin hablar). Ahora mis días pasan lentos y vacíos, y sé que no van a ir más rápido, porque ya no estás ahí.

Llevo poco sin ti y ya estoy así, no sé qué haré cuando esto se haga permanente.

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