Qué curioso es el destino. Un día estás saltando y gritando de alegría por la calle con gente que te quiere, y al día siguiente estás sola en tu cuarto, tumbada, mirando al techo preguntándote que ha podido pasar.
La gente dice que me he vuelto fría, que he cambiado, que ya no soy la misma chica que cuando me conocieron. La gente dice, la gente dice... pero en realidad nadie sabe.
A veces te enamoras, te ilusionas, eres feliz y crees que por una vez todo irá bien. Pero luego ocurre, viene de nuevo alguien y te destroza. Es impresionante la capacidad del ser humano para reconstruirse una y otra vez, para renacer de sus cenizas como el ave fénix, porque eso soy yo, un ave fénix, que da igual cuantas veces la destrocen, siempre renace de sus cenizas. Pero que reviva no significa que no esté harta de que la maten, de que no dejen que sea feliz. Soy un ave que se conforma con poco, quizá su mirada por el pasillo y una sonrisa. Un beso de buenos días en la mejilla. Un abrazo y un: "hablamos cuando llegue a casa". Un te quiero de vez en cuando quizá, o una cursilería inesperada. Que me coja la mano al pasear. Que me llame en mitad de la noche y me despierte para contarme cualquier tontería.
Pero ahora mismo solo me hace feliz que mi alma grite. Que mi corazón se expanda y se encoja hasta estallar. Que mi mente se pare dejando solo a los sentidos actuar. Subir a un árbol, y sentarme a ver todo lo que alguien creó. Quizá estar en un tejado viendo volar a mis hermanas. Correr hasta que me duela respirar. Tirarme al mar con ropa, nadar hasta que mis fuerzas se gasten, y ahogarme, sentir el agua salada en mis pulmones, dejar de sentir mis extremidades, perder los sentidos y dormirme, dejar que el mar me haga formar parte de él. Y ser todo y nada a la vez durante un tiempo, para luego renacer de nuevo y dejar que alguien más me destroce. Eso quiero ahora mismo, o quizá no cometer el mismo error de nuevo.
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