Después de mucho tiempo de reflexión he llegado a la conclusión de que es mejor así. El alejarnos, aún más si cabe, fue nuestra mejor opción. Pero no lo habríamos conseguido sin ti. Porque yo soy frágil, soy débil, no podría haber aguantado la situación más de veinticuatro horas. Sin embargo tú lo conseguiste, desapareciste de mi vida sin dejar rastro, sin previo aviso ni carta de despedida, y me dejaste en el vacío en el que vivo ahora.
Te lo agradezco. Te agradezco que tuvieras la fuerza para dejarlo (para dejarme), porque soy un tornado de emociones, cambio demasiado, te cambio demasiado. No me habría gustado ver como tu sonrisa se marchitaba entre mis múltiples epidemias sentimentales. Lo que sí me habría gustado es que te hubieras parado a pensar por un minuto a donde llevaba todo esto. Porque aún ahora, a quilómetros de ti, sigo notando la ausencia.
Hoy vuelvo a casa, vuelvo a Galicia. Vuelvo a mi tierra, vuelvo a pisar el bosque, vuelvo a sentir la humedad en mi piel y las caricias de la lluvia. Pero me faltas tú. Me falta tu acento, me falta tu tranquilidad y me falta tu calor. Me falta que me acompañes a mi lugar favorito, me falta sonrojarme ante tu mirada, me falta que te desabroches la camisa y que te despeine el viento. Y no sé como voy a reaccionar a estar sin ti allí. Te voy a recordar en cada esquina, te voy a pensar a cada paso, me vas a doler a cada latido.
Va a ser difícil estar así.