sábado, 8 de septiembre de 2018

Cambios.

Me gustan los cambios, estoy acostumbrada a ellos. Llevo toda mi vida cambiando de sitio, de instituto, de ciudad, de grupos, de gustos, de ideas. Me he vuelto cambiante, y es difícil seguirme el paso.
La gente se acomoda, se estabiliza y se acostumbra, pero yo me deslizo por las calles de la improvisación. ¿Cómo le voy a pedir a alguien que me siga si no sé ni hacia donde voy?
Fluir como un río hacia donde me lleve la corriente, mi corriente. Mi guía es el viento y la marea, a veces pendo del hilo de las estrellas. Sueño con pisar las nubes y sumergirme en el océano de las dudas. Deseo un beso intenso y un amor loco, adaptable a la vida al ritmo de guitarras, que me verse los sentimientos.
Actúa para mí, como si fueras una exposición expresionista o un animal salvaje, inteligente y alegre, parecido a la lluvia de mi ventana por las noches, profundo y triste a ratos, emocionado por la risa y las caídas, ilusionada como una niña tras las pompas de Ópera.
Cocíname un par de bailes, enséñame a aguantar la respiración bajo el agua, a gritar en medio de un bosque, o a callar observando a la gente pasear en el centro de Madrid.
Combina tus ganas de humo con mi rocío nocturno.
Tumbarme entre tus costillas, escuchar tu corazón y acariciarte la mano. Observar tus ojos como si fueran chocolate fundido, saborear tus labios de fresa y caminar con los pies descalzos.
Mañana quizás hablemos de tus ganas de volar, pero por ahora seguramente te resguardes en el pozo de la estabilidad.

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