jueves, 6 de septiembre de 2018

En mi ventana.

En mi ventana sigo viendo las luces de la ciudad, el cielo tras la tormenta, el suelo mojado de la terraza, el destello de los rayos a lo lejos y mi sombra estallando con ellos. Escucho 1999 mientras pienso en ti, en él, en ella, en todos. Fumo, ensombrecida por mis decisiones, me reinvento, cambio. El humo sale despacio de mis labios, mi grito ya está consumido. Creo que yo también me estoy consumiendo.
El fuego, llama infinita acercándose a la orilla del mar, me purifica ver su movimiento, me altera su inconsistencia, por ahora solo puedo observar las chispas del mechero y recordar. Me pregunto si tú estarás debatiéndote por mí o por ti.
Sonreí y agaché la cabeza cuando me empapó la lluvia esta noche. Quizás porque recuperé esa sensación de libertad. El frío, la humedad, la oscuridad, la soledad, el sonido del piano tras la pared. Mojarme en mi ventana y que no sean lágrimas.
Acabar y empezar, curiosa vida, cíclica, pero cambiante, adaptable en su espiral, como mi mente, como mis pasos, como mis manos.
Tu boca sabor tabaco y sueños quebrados, qué bonita tu sonrisa, qué ansias en tus dedos, qué desprecio en tu tiempo. Las calles quizás te extrañen.
Mis heridas y mis fantasmas huelen a lavanda y eucalipto, saben a algodón de azúcar y brillan con luz propia. ¿Luz blanca o cálida? Colores de cristal. Caracolas en el viento y en tu pelo. Mis paredes arañadas de emociones fugaces, mi tapiz con hierba seca y huecos por llenar.
Yo esperando, no sé muy bien el qué.

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