Por las noches, cuando intento conciliar el sueño, cuando intento ordenar mi cabeza, pienso en ti.
Tu viento entre las copas de los árboles me contaba historias en las noches de verano. El olor a mar, la humedad y la sal en mi pelo, tu sabor a libertad al sumergirme, tu sensación de expansión al rodearme de algas y bailar entre remolinos de color. Recuerdo todas las palabras escritas sobre la arena, arrastradas con las conchas, arrancadas de mi libreta. Crear nuevas constelaciones, inventarme su mitología, discernir universos en las piedras, crear mosaicos con tus hojas, el brillo de las luces en la lejanía, olas rompiendo en mi cintura, hierba entre mis dedos. Un corte limpio en la pierna, olor a madera quemada. Sentarme en las rocas, lo más alejada que puedo del mundo artificial en el que vivo. Andar descalza sobre tierra húmeda, sentir el rocío en la espalda mientras memorizo los secretos que arrastra el mar hacia mi orilla. Tumbarme sola a observar los árboles danzar, mi pelo fusionado con las raíces de los árboles, mis ojos volviéndose verdes con la salitre, a veces creo que no es pura coincidencia. Olores frescos y ligeros, besos del frío nocturno en las costillas, un columpio de cuerda y ramas crujiendo bajo mi peso. Aquí adapto mi temperamento, aquí valoro lo que soy, aquí crezco por dentro, aquí pienso en lejanía, aquí existo.
Por las noches, sobretodo cuando llueve, vuelvo a ti, mi verde tierra, donde puedo ser libre, retomar mi forma original, donde puedo volver a ser yo por unos instantes, aunque sea en la distancia de mis sueños.
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